Stories of Success After Service
Como empresaria, sigue saltando al vacío
Cuando Dyan Gibbens llegó a la puerta del avión UV-18B Twin Otter, se quedó parada un momento, sorprendida por el rugido del viento.
La ansiedad se apoderó de la cadete de la Academia de la Fuerza Aérea, de 19 años, y no estaba segura de si su mente le permitiría saltar. El maestro de salto señaló hacia ella y le gritó: “¡Ahora!”. Pero Gibbens no le oyó. Volvió a señalarla. Un segundo después, se lanzó al cielo azul de Colorado.
“Me sentí libre”, recordó Gibbens, que ahora tiene 37 años, sobre su primer salto en paracaídas en 2001. “Sentí que no tenía ataduras.”
La experiencia la acompañaría y le resultaría útil no solo durante la exitosa carrera de Gibbens en la Fuerza Aérea, sino también cuando más tarde lanzó Trumbull Unmanned, una empresa en crecimiento, con sede en Houston, que opera drones —o, como a las Fuerzas Armadas les gusta denominarlos, vehículos aéreos no tripulados— para recopilar datos de las empresas.
“Pasar por eso como estudiante me cambió de muchas maneras,” dijo Gibbens sobre su tiempo en la academia. “Ciertamente, aprendí a enfrentar el miedo, pero también a prestar atención a los detalles y a asumir riesgos calculados”.
“Con el paracaidismo, como sucede con cualquier otra actividad”, continuó, “solo puedes prepararte durante un cierto tiempo pero luego tienes que saltar”.
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SERVICIO MILITAR
OKLAHOMA CITY
Desde una edad temprana, Gibbens sabía que quería entregarse a una vocación superior. Ella quería servir. Y le fascinaba la aviación. Sus dos abuelos habían servido en el Cuerpo Aéreo del Ejército, precursor de la Fuerza Aérea, en la Segunda Guerra Mundial. Su padre había trabajado para la Administración Federal de Aviación en el control del tráfico aéreo.
Sabía que quería estudiar medicina o ingeniería en la universidad, y consideró varias facultades cuando llegó el momento de presentar su solicitud. Pero su amor por la ciencia y la aviación, junto con su deseo de servir, la impulsaron a buscar algo específico. Cuando llegó la carta de aceptación de la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, no se lo pensó dos veces.
Gibbens se sumergió en un entorno universitario desafiante en la academia y aprendió a pilotar aeronaves. Saltó de aviones 495 veces y finalmente ella misma se convirtió en maestra de salto de la academia, animando a otros cadetes paracaidistas a lanzarse entre el rugido del viento como ella había hecho.
Luego de graduarse en 2004 con un título en ingeniería civil, Gibbens ingresó en el servicio activo como subteniente y oficial de adquisiciones de ingeniería, un trabajo que garantiza que la Fuerza Aérea tenga el equipo que necesita para completar sus misiones. Ocupó su puesto en la base Tinker de la Fuerza Aérea en Oklahoma City y rápidamente ascendió a puestos de liderazgo, convirtiéndose en gerente de programas de un equipo de 10 personas y una cartera de $250 millones, que incluía el misil de crucero avanzado con ojiva nuclear AGM-129A. Fue su primera experiencia profesional con un sistema no tripulado.
Contrajo matrimonio con un piloto de F-16 y excompañero de paracaidismo de la academia en 2005, y los recién casados tuvieron un niño al año siguiente, el primero de dos hijos. En el trabajo llegaron más ascensos, y al final de su compromiso de cinco años, había obtenido el rango de capitán y había sido nombrada oficial ejecutiva de ala, un puesto de alto nivel que indicaba que estaba comenzando su ascenso hacia los rangos superiores del Servicio.
La familia se trasladó a Ogden, Utah. Estaba lista para asumir un nuevo cargo en el Servicio mientras su esposo, Jeffrey, comenzaba a pilotar cazas desde la cercana base Hill de la Fuerza Aérea. Pero entonces su vida cambió de rumbo inesperadamente.
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VIDA CIVIL
OGDEN, UTAH
Una lesión en la muñeca y el tobillo de sus días de paracaidismo obligó a Gibbens a ser descalificada permanentemente por razones médicas de la Reserva de la Fuerza Aérea cuando finalizó su compromiso de servicio activo en 2009, comentó. Gibbens había ascendido hasta convertirse en gerente de programas de adquisiciones responsable de elementos de los programas de armas nucleares del Servicio. El “cambio de trayectoria”, como lo llamaría Gibbens, la llevó a tomarse un año sabático en el trabajo para pensar en su futuro y dedicar tiempo a su hijo. Su hija llegaría dos años después.
“Tu carrera da giros inesperados en momentos inesperados,” manifestó. “No puedes controlar lo que te sucede, pero puedes controlar cómo respondes. Me di cuenta de que puedes servir a tu país en muchas capacidades diferentes”.
Pasó por el Programa de asistencia en la transición de la Fuerza Aérea y encontró ayuda externa.
“Las organizaciones de servicios para veteranos desean brindarte apoyo, al igual que muchas otras personas, pero debes decirles cómo pueden ayudar”, expresó.
También empezó a darse cuenta de los beneficios que los veteranos podían aportar al sector comercial. Sin embargo, con demasiada frecuencia a los veteranos no se les tiene en cuenta. Opina que ese es un punto débil importante.
“Los veteranos suelen tener cualidades y rasgos difíciles de enseñar: disciplina, integridad, lealtad, capacidad para jugar en equipo”, señaló. “Suelen estar motivados por cosas que no son el dinero, y la confianza les importa. ¿Quién no querría contratar a alguien así?”
Después de su año sabático, se incorporó al sector privado mientras aún vivía en Ogden, ocupando un puesto como asesora de la Fuerza Aérea. Entre 2010 y 2013, colaboró en el suministro y mantenimiento de aeronaves como el RQ-4 Global Hawk, un vehículo aéreo no tripulado (UAV) de gran tamaño pilotado a distancia, que se utiliza para la vigilancia y la transmisión de comunicaciones.
Durante ese mismo periodo comenzó sus estudios de doctorado en ingeniería y gestión industrial. En la facultad, trabajó en un proyecto en el que se utilizaban UAV no tripulados para detectar remotamente los hidrocarburos que componen el petróleo y el gas natural.
Las piezas empezaron a encajar en su cabeza: Las empresas de petróleo y gas podrían utilizar UAV para que las operaciones fueran más seguras, eficientes y menos dañinas para el medio ambiente. Tenía la experiencia necesaria para impulsar su adopción en un sector conocido no precisamente por su sostenibilidad.
Pero la idea de iniciar su propio negocio era abrumadora. Aunque había obtenido un MBA en 2009, el espíritu empresarial la obligaría a dar un salto de fe y confiar en sí misma. Se había preparado durante años y, siguiendo la lección que había aprendido durante sus primeros días como paracaidista, era el momento de afrontar su miedo y arriesgarse. Era hora de saltar.
Me di cuenta de que podía reunir toda esta experiencia para
utilizar esta tecnología y mejorar la humanidad.
ÉXITO PROFESIONAL
HOUSTON
En 2013, Gibbens y su esposo lanzaron Trumbull Unmanned para ayudar a la industria del petróleo y el gas a usar UAV para inspecciones, operaciones y planificación. Trumbull lo hace utilizando drones de alta calidad para recopilar datos que luego se analizan y se convierten en información para los clientes.
La oportunidad es enorme. Los UAV multirrotor eléctricos o los de ala fija pueden reemplazar las aeronaves tripuladas que queman combustible y las inspecciones basadas en tierra, al tiempo que mantienen a los trabajadores fuera de zonas inseguras, como la parte superior de una chimenea o en lo más inhóspito de la naturaleza.
Cuando están equipados con sensores potentes como cámaras, LIDAR y herramientas de detección molecular, pueden ayudar a crear abundantes conjuntos de datos de instalaciones y equipos que las empresas pueden utilizar para digitalizar las operaciones físicas y mejorar la eficiencia.
“Quiero usar esta tecnología para que las operaciones sean mejores, más seguras, más rápidas, más baratas y más respetuosas con el medio ambiente”, comentó. “Considero que hay un gran potencial para hacer cambios en la industria del petróleo y el gas trabajando desde dentro”.
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La empresa cuenta ahora con 20 empleados a tiempo completo y parcial. Todos ellos menos dos son veteranos, y proceden de todas las ramas de las Fuerzas Armadas.
Con una lista de clientes que incluye a los principales nombres de la industria del petróleo y el gas y varias entidades gubernamentales, Gibbens manifestó que espera que el negocio crezca sustancialmente. Aspira a generar $25 millones en ingresos el próximo año, y entre 50 y 100 millones en tres años.
Gibbens se sienta en un escritorio con forma de ala de avión de épocas pasadas. Todavía se emociona cada vez que escucha cómo los F-16 aceleran para despegar y se dirige a un hangar adyacente cuando quiere echar un vistazo.
Con una pasión inquebrantable por volar —y la disciplina, el valor y la determinación que cultivó como cadete y oficial—, Gibbens cree que puede usar esas cualidades para hacer cambios positivos en el mundo.
“Las amenazas que enfrenta la sociedad son cada vez más serias”, dijo. “Tenemos que ser una fuerza positiva. Tenemos que ser una fuente de luz. El mundo lo necesita”.