"Unirse a las Fuerzas Armadas te abre un abanico de oportunidades que ni siquiera sabías que existían."
James Hornef
Marina
Había averiguado sobre las Fuerzas Armadas cuando estaba en la escuela secundaria y decidí volver a hacerlo. Fui a la oficina de reclutamiento, me senté y dije, “Estoy buscando una carrera profesional. Estoy buscando algo de capacitación técnica. Estoy buscando algo que pueda utilizar afuera”, y el reclutador de la Marina mencionó el programa de ingeniería nuclear. Era un gran programa con mucha educación y capacitación — y la bonificación de inscripción en ese momento también era muy buena. Así que a los 21 años, me alisté en la Marina.
Comencé en Orlando, Florida. El entrenamiento total era de aproximadamente 18 meses, y consistía en un poco de todo. Una vez que terminé eso, fui al USS Columbia, que era un submarino nuevo en construcción en Groton, Connecticut. Como operador nuclear, mi trabajo era ayudar a construir, probar y aceptar los sistemas que proporcionan energía eléctrica y hacen funcionar a la nave. Una vez completado, llevé al submarino al mar como parte de la tripulación.
Después de cinco años en el submarino, comencé a trabajar en el Comando de la Unidad de Entrenamiento de Energía Nuclear Naval como instructor de estudiantes de operaciones nucleares. Justo en ese momento fue cuando apliqué para el programa de oficial de servicio limitado. Cuando inicialmente me incorporé a las Fuerzas Armadas, la idea era ingresar, completar mi alistamiento e irme. Pero resultó que las Fuerzas Armadas eran una buena elección, y disfrutaba de las oportunidades de la Marina. Por eso decidí expandir mis horizontes y tomar un nombramiento directo. Me convertí en oficial en abril de 2001.
Luego de enseñar a estudiantes, trabajé en un submarino destacado en Italia. Mi esposa y mis hijos también vinieron a Italia. Estuve aproximadamente dos años ahí. Era responsable de facilitar las reparaciones nucleares en los submarinos destacados en el Mediterráneo. Después de Italia fui destacado a un escuadrón de submarinos en San Diego, California, durante tres años, donde fui responsable del mantenimiento y la operación de los submarinos con base en San Diego. Allí, mi trabajo consistía principalmente en programar el mantenimiento preventivo y correctivo en los submarinos.
Después de San Diego, me trasladaron a Pearl Harbor, Hawái, y me reencontré con el primer submarino en el que trabajé, el USS Columbia. Le estaban realizando un reacondicionamiento importante. Así que esta vez mi trabajo, con mis antecedentes en mantenimiento, era ir y reparar el submarino (los buques de la Marina se construyen y luego de cierta cantidad de años se programa un reacondicionamiento). Terminé con el USS Columbia y actualmente sigo estando en Hawái realizando tareas en tierra. Trabajo para el comandante de submarinos y soy responsable de las operaciones de mantenimiento de todos los submarinos de la flota del Pacífico: entre 34 y 45 submarinos.
Todavía interactúo un poco con los barcos en mi trabajo actual, pero la mayoría de los días los paso en un escritorio como experto técnico. Actúo como conexión entre la parte corporativa y la reparación de los submarinos y los operadores de la flota. Voy a diferentes puertos de submarinos y trabajo con los líderes de esos puertos como representante del comandante, y basado en mi experiencia y pericia técnica, determino lo que es mejor para toda la flota.
En mayo del año próximo podré retirarme, pero mi plan es continuar en las Fuerzas Armadas todo lo que pueda. He subido de rango y he llegado a un punto en el que realmente disfruto lo que estoy haciendo. Poder trabajar con los marineros —ayudarlos como su tutor— es algo que no voy a encontrar fuera de las Fuerzas Armadas, aunque me han ofrecido trabajo civil varios cazatalentos. Y esa es solo una de las muchas ventajas.
La realidad es que hoy las Fuerzas Armadas son una organización profesional altamente capacitada. El simple hecho de venir y comenzar te abre un abanico de oportunidades que ni siquiera sabías que existían.